Sabemos bien dónde cocinamos? ¿Qué es mejor, la cocina de gas de toda la vida, la vitrocerámica o la modernísima inducción? Podríamos empezar este artículo con una respuesta directa tipo "el mejor sistema es...." y tema resuelto. Pero lo cierto es que todo tiene sus matices y lo mejor es que conozcas bien estos tres tipos de cocinas para que elijas la que mejor se adapte a tus necesidades.
Para la mayor parte de los consumidores, lo más importante a la hora de elegir el mejor electrodoméstico es el ahorro económico que suponga esta compra en las facturas que nos llegan a fin de mes. Todo está interconectado. A mayor eficiencia, menos gasto, y cuanto menos gasto, más ahorro de dinero y de energía, lo que no viene nada mal al medio ambiente en estos tiempos que corren.
Pues bien, al hablar de cocinar, la rapidez tiene mucho que ver con todos estos aspectos. Elijamos un ejemplo sencillo como hervir agua: sin duda aquí el corredor imbatible es la inducción. Ésta tarda menos de seis minutos en llevar a ebullición un litro y medio de agua, mientras que para hacerlo con la vitrocerámica normal deberán emplearse al menos diez minutos, y más de once en una cocina de gas. Esto, como es obvio, repercute de manera crucial en el consumo de energía.
Tanto las cocinas de inducción como las de gas generan calor de una manera prácticamente instantánea, algo que no ocurre con las vitrocerámicas convencionales, que por lo general están provistas de una placa de vidrio que separa la fuente de calor con el objeto que se quiere calentar. El único problema que presentan las cocinas de gas es que es más difícil controlar el calor, mientras que la inducción permite generar la energía en la cantidad que se quiera.
Hasta aquí, parece que la inducción no tiene rival, y así lo muestran la mayor parte de las comparativas entre distintas marcas de cocinas. Pero llega el momento de hablar de emisiones. Las placas más modernas sólo emiten 360 gramos de CO2 por cada kWh, mientras que la vitro produce 450. Pero si la intención es disminuir las emisiones de CO2 que tienen que ver con el cambio climático, lo mejor es, sin duda, el gas. Este tipo de cocinas sólo emiten unos 200 gramos de CO2 por cada kWh. Eso sí, el que se decante por la de gas, deberá tener en cuenta el riesgo de los gases de combustión y comprarse una buena campana extractora.
Y ya que hablamos de consejos para complementar bien la cocina, es necesario detenerse en los recipientes. Parece mentira, pero tener los recipientes adecuados también puede ser decisivo a la hora de decantarse por un tipo de cocina, ya que uno de los inconvenientes de la inducción es precisamente que deben estar fabricados con materiales ferromagnéticos, ya que con otro tipo no funcionan. En la actualidad están empezando a comercializarse unos soportes de hierro en los que apoyar las sartenes normales, pero estaríamos destruyendo las ventajas añadidas que presentan estas placas.
En las de gas se puede usar cualquier tipo de menaje sin ningún problema. De hecho, digamos que este detalle es la guinda del pastel y la que hace que el gas sea la estrella entre los que más saben de cocina o, mejor dicho, entre los que se dedican a ello de forma profesional. Eso sí, como los maestros cocineros no suelen limpiar después de sus creaciones, olvidan uno de los grandes inconvenientes de la cocina de gas tradicional que son las incomodidades a la hora de la limpieza.
Para la mayor parte de los consumidores, lo más importante a la hora de elegir el mejor electrodoméstico es el ahorro económico que suponga esta compra en las facturas que nos llegan a fin de mes. Todo está interconectado. A mayor eficiencia, menos gasto, y cuanto menos gasto, más ahorro de dinero y de energía, lo que no viene nada mal al medio ambiente en estos tiempos que corren.
Pues bien, al hablar de cocinar, la rapidez tiene mucho que ver con todos estos aspectos. Elijamos un ejemplo sencillo como hervir agua: sin duda aquí el corredor imbatible es la inducción. Ésta tarda menos de seis minutos en llevar a ebullición un litro y medio de agua, mientras que para hacerlo con la vitrocerámica normal deberán emplearse al menos diez minutos, y más de once en una cocina de gas. Esto, como es obvio, repercute de manera crucial en el consumo de energía.
Tanto las cocinas de inducción como las de gas generan calor de una manera prácticamente instantánea, algo que no ocurre con las vitrocerámicas convencionales, que por lo general están provistas de una placa de vidrio que separa la fuente de calor con el objeto que se quiere calentar. El único problema que presentan las cocinas de gas es que es más difícil controlar el calor, mientras que la inducción permite generar la energía en la cantidad que se quiera.
Hasta aquí, parece que la inducción no tiene rival, y así lo muestran la mayor parte de las comparativas entre distintas marcas de cocinas. Pero llega el momento de hablar de emisiones. Las placas más modernas sólo emiten 360 gramos de CO2 por cada kWh, mientras que la vitro produce 450. Pero si la intención es disminuir las emisiones de CO2 que tienen que ver con el cambio climático, lo mejor es, sin duda, el gas. Este tipo de cocinas sólo emiten unos 200 gramos de CO2 por cada kWh. Eso sí, el que se decante por la de gas, deberá tener en cuenta el riesgo de los gases de combustión y comprarse una buena campana extractora.
Y ya que hablamos de consejos para complementar bien la cocina, es necesario detenerse en los recipientes. Parece mentira, pero tener los recipientes adecuados también puede ser decisivo a la hora de decantarse por un tipo de cocina, ya que uno de los inconvenientes de la inducción es precisamente que deben estar fabricados con materiales ferromagnéticos, ya que con otro tipo no funcionan. En la actualidad están empezando a comercializarse unos soportes de hierro en los que apoyar las sartenes normales, pero estaríamos destruyendo las ventajas añadidas que presentan estas placas.
En las de gas se puede usar cualquier tipo de menaje sin ningún problema. De hecho, digamos que este detalle es la guinda del pastel y la que hace que el gas sea la estrella entre los que más saben de cocina o, mejor dicho, entre los que se dedican a ello de forma profesional. Eso sí, como los maestros cocineros no suelen limpiar después de sus creaciones, olvidan uno de los grandes inconvenientes de la cocina de gas tradicional que son las incomodidades a la hora de la limpieza.
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