jueves, 10 de febrero de 2011

Mas personas como esta harían falta


Edward Wilson: “Proteger la biodiversidad costaría la milésima parte del PIB mundial
El científico naturalista, uno de los pensadores más influyentes de nuestro tiempo, recibió ayer el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la modalidad de Ecología.

Conservación, biodiversidad, ecología, extinción... son palabras que están en boca de científicos, políticos y organizaciones sociales, y deben su popularidad a Edward Wilson, catedrático emérito de la Universidad de Harvard y de su Museo de Zoología Comparada.

Es uno de los pensadores más influyentes del siglo XX y sus trabajos han sido el motor de las iniciativas relacionadas con la conservación de la naturaleza. Sin embargo, “todavía estamos por debajo de otras disciplinas científicas y hay poco dinero destinado a la protección de la biodiversidad”, señaló ayer en una conversación telefónica.

A sus 81 años, todavía sigue en activo y asegura que “no he superado la fascinación por los bichos”, hasta el punto de sugerir que “tal vez sería bueno que los humanos nos organizáramos de manera similar a cómo lo hacen las hormigas y otros insectos”. Reconoce los esfuerzos y los progresos que se han hecho en los últimos años en las áreas de la biología de conservación, pero denuncia que “muchos de los campos más importantes no se están protegiendo. El esfuerzo por cuidar la biodiversidad es factible, porque costaría la milésima parte del PIB de todo el mundo”.

Wilson estima que la extinción de especies debida a la acción humana es de mil a diez mil veces superior que la que sucede naturalmente, y esta cifra está en constante aumento. Sin embargo, “la biodiversidad no figura entre las prioridades de los políticos y, desgraciadamente, hay más declaraciones de buenas intenciones que hechos. Los dirigentes no son conscientes de lo que supone la biodiversidad ni de la rapidez con que se está destruyendo. Por ahora, el impacto entre la opinión pública de la pérdida de las especies no ha sido como el ocasionado por la contaminación y el cambio climático”.

Cóctel destructivo
En cuanto a las actividades humanas más dañinas para el resto de las especies, el profesor las clasifica, de mayor a menor, con el acrónimo Hippo, donde la H corresponde a la destrucción del hábitat; I a la extensión de las especies invasivas; P a la polución; P al crecimiento de la población y O a la sobrepesca y la caza excesiva. Y en este cóctel destructivo “el desarrollo incontrolado es la causa de la extinción”, subraya.

Para muchos, parte de la solución al problema pasa por ofrecer a los habitantes de las zonas de mayor riesgo ecológico –que se encuentran en países en vías de desarrollo– actividades que les permitan preservar su biodiversidad sin comprometer su desarrollo. El profesor apunta al ecoturismo, que “hoy en día representa uno de los mayores negocios en todo el mundo. Además, estas regiones necesitan urgentemente mayor ayuda para potenciar su agricultura y mejorar su economía, preservando al mismo tiempo sus tierras”.

En cuanto a si es necesaria una mayor implicación de la iniciativa privada en la ecología de la conservación, sostiene que “sólo a nivel gubernamental se puede mantener la biodiversidad. No obstante, la iniciativa privada puede tener un impacto puntual, y un ejemplo es la ayuda concedida por un filántropo para restaurar el Parque Natural de Gorongosa, en Mozambique”.

Lo anterior no le impide defender que la biodiversidad puede captar el interés de los inversores y argumenta que “es un campo que tiene aplicaciones en sectores como la medicina, la agricultura y el medioambiente. Las nuevas investigaciones que están desarrollando negocios privados nos permitirán conocer pronto todas las oportunidades que ofrece la conservación de la biodiversidad para la inversión privada”.

El señor de las hormigas
Edward Wilson sigue siendo, a sus 81 años, un enamorado de las hormigas, a las que observa donde quiera que va.

“Son los animales que tienen la estructura social más compleja, aparte de nosotros. Mucha gente me pregunta cómo puedo comparar las hormigas con los humanos, pero lo cierto es que su estudio ha tenido una enorme influencia en la comprensión del comportamiento humano”.

Su afición a la entomología empezó a los 13 años, cuando descubrió su primera colonia de hormigas de fuego y a los 18 decidió convertirse en entomólogo. Actualmente, Wilson guarda bajo su despacho de Harvard, en el Museo de Zoología Comparada, la mayor colección de hormigas del mundo, formada por casi un millón de especímenes de 5.000 variedades distintas.

Estudió la organización de estos insectos y ello “me ha permitido conocer los entresijos de cómo han avanzado las sociedades de acuerdo a la evolución y cómo se diferencian los insectos de los humanos”.

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